Retales

Memoria en forma de retales y alguna puntada

21st June 2020

Aguja 2: Un naufragio, tal vez

A veces las palabras se quedan cortas. Lo sé ahora, que tengo 20 años más que cuando era una aspirante a escritora matriculada en una carrera de periodismo con la que esperaba aprender a mostrar la realidad. 

Pero la realidad, este día a día lleno de agujas, es un charco enorme sin bordes definidos y no sé ni siquiera por dónde empezar a achicar el agua. Quizás esté ante un naufragio. Qué imagen más recurrente.

Al inicio de ese naufragio el miedo, el acoso y la tormenta. Después, los 10 días durmiendo en un sofá cama. Un pequeño refugio que a mis 42 cm de recientes cicatrices no le sientan demasiado bien, pero que son silencio y calma necesarios.

¿Los siguientes pasos? No lo sé. Un mes más de espera. Encontrar otro refugio. Volver a casa.

Un barco de papel, tal vez.

17th February 2020

Aguja 1: Todo lo que sucede a la vez

En la vida todo sucede a la vez, en el mismo plano, por eso es tan difícil captar un momento exacto en todos sus matices. Las herramientas de narración literaria que tenemos son sucesiones de planos, no un único e interminable plano donde todo sucede a la vez.

Cuando leemos vamos alternando entre las escenas escritas y aunque el propio juego de narración nos lleve a configurarlas como un todo simultáneo, el propio formato escrito nos envía tablas de salvación entre todo lo áspero y todo lo suave que sucede a la vez.

Me pregunto a menudo cómo romper eso. Cómo poder explicar por escrito que en paralelo a una conversación por chat suave, agradable, está el timbre de la puerta que suena y suena y suena y al que ignoramos todo lo que es posible. Y en el chat, una última mención a los ciervos.

Cómo explicar a mi madre explicándome a la vez que le han dado puntos en el Eroski mientras yo le señalo lo que no quiere ver, que su hijo le ha cogido el monedero sin ningún tipo de pudor, otra vez, que eso es robar, con los puntos o no, con billetes o no.

Que gastar 900 euros en 17 días no es normal, aunque pasara hace meses y parece que ya se nos haya olvidado. Que las historias antiguas que me cuenta mi madre y yo recopilo en mi memoria son su excusa-refugio para esconderse en mi habitación y escapar unos minutos, respirar.

Todo lo que sucede a este lado de la pantalla. Lo que nos hace vulnerables. Lo que nos hace fuertes. Lo que nos convierte en árbol de corteza gruesa. Insensibles, valientes, cobardes. El otro lado de la pantalla para no pensar y una risa pese a todo. La vida.


31st January 2020

Puntada 3: La fragilidad

«Hasta mañana, si dios quiere». Siempre me impresionó mucho esa manera de mi abuela de dar las buenas noches en el pueblo. Esa sensación siempre presente de la fragilidad de la vida, de no saber si mañana seguiremos aquí.

31st January 2020

Puntada 2: Sumar memorias

Dice María Sánchez que ella cree en la memoria:

«Pero yo creo en la memoria. Me agarro demasiado a ella, como las llamas se crecen con lo silvestre.» 

Leo el artículo que ha publicado aquí: https://maria-sanchez.es/contralume y no puedo sino sentir un hilo de memoria compartida con ella, aunque tengamos edades distintas y lugares distantes. La memoria de sus mujeres de campo andaluz es idéntica de raíz a la memoria de mis mujeres de campo castellano.

Recopilo ahora en forma de retales estos pequeños recuerdos de mi madre porque también creo en la memoria. Tanto, que no se entiende lo que soy si no es contado a través de la mirada de la familia que me precedió.

Apunto los recuerdos a vuela pluma sin elaborar mucho, solo para tenerlos ahí recogidos dispuestos a macerar y a ser elaborados más adelante. 

Sumo memorias porque creo en ellas.

29th October 2019

Puntada 1: Volver

Mis padres se han hecho mayores de golpe y yo me he hecho pequeña de golpe. Todo a la vez. 

5th October 2019

Retal 2: La farmacia de don Julio

El 11 de septiembre de 2017 desapareció una calle entera en Reznos, el pueblo de Soria donde nació mi abuela. No era la primera calle en borrarse del mapa. Al igual que las anteriores el ayuntamiento se vio obligado a demolerla por peligro de derrumbe.



Era una de las calles importantes del pueblo, comenzaba en la plaza y bajaba hasta el molino. Esta puerta pertenecía a la farmacia de Don Julio. Hace solo 60 años estaba llena de actividad.



Mi madre cuenta que primero entrabas a un pórtico y luego ya a la farmacia, que estaba llena de «botes como jarrones chinos». Hoy solo queda esto.



En el pueblo, entonces, había boticario, secretario, médico… los funcionarios de la zona que trabajaban para varios pueblos, vivían en este. Era tradición que los niños/as fueran en reyes a pedir el aguinaldo a los funcionarios: una naranja, unos higos… Al farmacéutico siempre había que tratarle de "don", si no, te mandaba salir y volver a entrar.

Don Julio era pariente de mi madre, ya que era hijo de la tía Ignacia, que era hija de la tía Paula, que a su vez era medio hermana del abuelo de mi madre, Julián.

Todo esto me lo contó mi madre en directo, por teléfono, mientras veía cómo las excavadoras tiraban las casas y a cada golpe, el contragolpe de los recuerdos de mi madre.

Un tiempo después pasé por allí y me encontré a mi tío (abuelo) Ismael sentado al sol enfrente de la ruina. Se lo tomaba con resignación e ironía: «¿Ves qué suerte? Ya no se cae una piedra»



4th October 2019

Retal 1: La boda del tío Maxi

Mi madre me cuenta historias que parecen totalmente intrascendentes, fragmentos de vida fácilmente olvidables, pero que por lo que sea ella sigue recordando y yo guardo como tesoros.

Por ejemplo, hoy que mi tío Maxi (hermano de mi abuela) cumple 94 años me ha contado que fue a su boda con mi abuelo. La boda era en Calatayud y caminaron 4 km para coger el tren en Torrelapaja.

Llovía muchísimo y el camino estaba lleno de barro. Una vecina le había dejado un impermeable, una prenda de lujo que casi nadie tenía. A la vecina se lo había regalado un tío suyo que había prosperado en Barcelona.

Mi madre también llevaba botas de agua, y el agua que resbalaba del impermeable (que llegaba hasta las rodillas) se le iba metiendo directo a las botas y mojando los pies.

Como iban a una boda, mi abuelo y ella llevaban el calzado bueno y calcetines secos en una bolsa. Poco antes de llegar a la estación se cambiaron y dejaron escondidas entre piedras las botas, para recogerlas a la vuelta.

Cogieron el tren y ya, ese es su recuerdo. Y yo lo guardo y lo apunto en un papel para que no se pierda de momento, para que esas botas sigan escondidas tras unas piedras junto a una vía de tren, que hoy ya no existe, un poco más.